En tiempos recientes ha surgido un movimiento que busca señalar las vacunas colocadas durante los primeros meses de vida de un niño como causantes del autismo. Esta creencia se intensificó gracias a un estudio realizado en 1998 por el británico Andrew Wakefield donde exponía que la triple vírica (RMM), que nos protege del sarampión, la rubéola y las paperas, tenía como efecto secundario causar autismo en los bebés que la recibían. Padres de todo el mundo han reaccionado a esto dejando de vacunar a sus hijos, lo que ha traído consigo al resurgimiento de enfermedades que se creían controladas.

El estudio de Wakefield fue refutado y rechazado incontables veces; sin embargo, no fue hasta que un grupo de investigadores de la Universidad de Sidney tomaron todos los estudios anteriores y con parcialidad investigaron cada uno de ellos, comparando resultados y conclusiones, además de observar las poblaciones que formaron parte de estos, que abarcaban más de 1.3 millones de niños de varios países, como Reino Unido, Japón, Polonia, Dinamarca y EEUU.

El grupo liderado por Guy Eslick se esforzó en rebatir las conclusiones del trabajo de Wakefield con datos y pruebas contundentes, demostraron al mundo que las vacunas no son las causantes del autismo. La conclusión fue:

“Los resultados de este metaanálisis sugieren que las vacunas no están asociadas con el desarrollo de autismo o trastorno del espectro autista”.

Pero a pesar de todo lo conseguido por el equipo de Eslick, de todos los datos recopilados y las pruebas obtenidas, el estudio de Wakefield caló muy hondo, y al día de hoy en muchos países desarrollados los índices de vacunación han bajado y las tasas de inmunización no han logrado llegar a los niveles que existían antes del estudio fraudulento, cosa que ha sido fomentada por los movimientos extremistas de antivacunación quienes se han encargado de propagar aún más el mensaje del británico para favorecer su lucha contra de las vacunas.

El propio Eslick escribió un epílogo personal en este estudio, donde muestra sus pensamientos no sólo como investigador sino como padre acerca de este tema que tanto ha dado de qué hablar en el campo de la crianza y la medicina.

“Como epidemiólogo me creo los datos que se presentan en este metaanálisis. Sin embargo, como padre de tres hijos tengo cierta comprensión con los temores asociados a las reacciones y efectos de las vacunas. Mis dos primeros hijos sufrieron brotes febriles después de la vacunación rutinaria, uno de ellos grave. Estos casos no me impidieron vacunar a mi tercer hijo y, sin embargo, me llevaron a tomar algunas medidas preventivas para reducir el riesgo de efectos adversos similares”.

Vacunar o no a tus hijos no debería ser una pregunta, es el deber de los padres proteger de todas las formas posibles a sus pequeños y las vacunas son uno de las escudos que la ciencia moderna tiene a nuestra disposición. No se puede evitar por completo que se enfermen, pero enfermedades que durante mucho tiempo se creyeron erradicadas han ido reapareciendo y la falta de inoculación aumenta los niveles de riesgo en la población infantil.

Los trastornos del espectro autista no son causados por esta medida de protección. Aunque todavía falta mucho por descubrir acerca de esta condición, ten la certeza que las vacunas son para la salud de tu hijo, no para hacerles daño. Ven a Autism Soccer, donde ofrecemos excelentes programas para el desarrollo de los niños y un lugar en el que se sentirán a gusto y felices.

Mitos sobre las vacunas y el autismo
Las vacunas causantes de autismo… ¿mito o realidad? Nosotros te lo comprobamos.

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